El Cuerpo de Bomberos de Santiago, con 122 años de fundado, es una de las instituciones más emblemáticas de Santiago de los Caballeros, no obstante, no es una de las instituciones, más atendidas por las autoridades.
Lejos de ser una institución con recursos abundantes por el rol de salvaguarda que ha representado, en toda su historia, para la ciudad y cientos de negocios, el Cuerpo de Bomberos, de Santiago, fundado el 27 de febrero de 1894, sobrevive en medio de las limitaciones económicas del Ayuntamiento, que apenas paga la nómina de sus hombres y otros aspectos básicos, a través del Patronato, creado en 1976, para canalizar ayudas a la institución.
Mientras que para el equipamiento se ha dependido de donaciones de organismos nacionales a internacionales, en los últimos tiempos.
No obstante, a estas dificultades de recursos económicos, el superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago, Ricardo Rosario, describe como de alto valor, el trabajo que hacen los hombres bajo su mando para salvaguardar, el centro urbano y las zonas periféricas.
En sus orígenes.
Según consta en los registros históricos de la ciudad de Santiago, el centenario Cuerpo de Bomberos, surgió de la necesidad de cuidar los negocios que se habían ubicado en el centro urbano a finales del siglo XIX, cuando la mayoría de las edificaciones de viviendas y negocios eran construidas en madera, con techos de yaguas.
Esta situación motivó la necesidad de que los sectores representativos de la época auparan propuestas para que se creara un sistema de seguridad que protegiera a los negocios de los incendios.
Datos revelados por el historiador Edwin Espinal, sobre la historia de Santiago, 1863-1900, dan cuenta, de que un incendio originado 9 de marzo de 1880, fue el punto de partida, para que se iniciaran las discusiones, sobre la necesidad de crear un cuerpo de bomberos.
Dos meses después, de ese mismo año, el presidente Gregorio Luperón, habría ordenado, la creación de compañías de bomberos para Samaná, Santo Domingo, Azua, Puerto Plata, Montecristi, La Vega, Moca, Macorís, Cotuí, El Seibo, Baní y Santiago.
Pero esta disposición, no se cumplió en Santiago de los Caballeros, hasta el 27 de febrero de 1894, cuando se constituyó el primer Cuerpo de Bomberos de Santiago de los Caballeros, con el Carlos Sully Bonelly, como primer jefe de la institución.
Previo a la creación del Cuerpo de Bomberos de Santiago, en la ciudad, se produjeron varios incendios que destruyeron negocios importantes
En los escritos de Edwin Espinal, también se revela que, en 1881, el presidente del Ayuntamiento, Dr. Eusebio Pons Agreda, ya había planteado, la compra de una bomba contra incendios en Estados Unidos, pero su propuesta no repercutió más allá del papel.
“Dos años más tarde, el 9 de septiembre de 1883, un incendio de grandes proporciones consumió la casa comercial de José Batlle y fueron más de 200 ó 300 personas las que lucharon en vano por detener el fuego y salvar las mercancías”, narra el historiador Espinal.
La instalación formal del Cuerpo de Bomberos, tendría efecto, el 27 de febrero de 1894, siendo uno de los primeros en el país.
Uno de los primeros incendios encarados por este Cuerpo de Bomberos, ocurrió el 20 de junio de 1895, se trató de un fuego, en la botica de Arturo Díaz Saul, en la calle de Las Rosas, hoy 16 de agosto.
Las primeras adquisiciones importantes, para reforzar la capacidad de los Bomberos locales, llegaron entre 1895 y 1896, se obtuvieron mangueras, bombas y cubos.
También se adquirieron carros bombas, carros de agua, un carretel y un carro de salvamento.
“En 1896 se le habilitaría un local en la plaza del mercado, construido con fondos públicos y sus integrantes serían provistos de un uniforme pedido a París, con lo cual se acentuaría su sentido de pertenencia institucional”, consta en los registros históricos del profesor Espinal.
Dificultades.
Pese a que el Cuerpo de Bomberos llenó una sentida necesidad comunitaria, su desempeño estuvo limitado en forma fundamental por la inexistencia de un acueducto, los bomberos, sonando pitos como señal de alarma, debían arrastrar los carros hasta el lugar del siniestro, después de llenarlos en el río Yaque del Norte.
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