El Feng Shui es una forma de geomancia desarrollada en china que estudia la influencia del paisaje, las orientaciones, la distribución, la forma y el color de las construcciones sobre la vitalidad y salud de sus ocupantes.
Durante más de 4000 años de prueba, ensayo y errores los antiguos chinos descubrieron que todo el universo y nosotros mismos estamos hechos de la misma energía vital así como diferentes métodos para captarla, dirigirla e incluso acumularla.
Pues bien, en Feng Shui pensamos que en el hogar como en un ser vivo, con sus centros energéticos y sus propias leyes, de forma forma que al conocerlas y aplicarlas correctamente tanto el sitio como sus habitantes se benefician mutuamente.
Incluso la persona más escéptica sobre estas prácticas se ha sentido mejor o peor en un sitio o en otro, llamemosle “buen ambiente” o “el espíritu del lugar”, todos los seres vivos (humanos y sobre todo animales) tienden a sentirse cómodos en ciertos sitios y a preferirlos inconscientemente.
No hace falta ir a oriente, los druidas celtas en Europa conocían bien la influencia de los puntos cardinales, así como Egipcios, Mesopotámicos, Aztecas…
Aunque el Feng Shui no es tan fácil ni tan difícil de aplicar como la gente se piensa. Es algo más que cambiar cuatro cosas de lugar, también incluye nociones de taoísmo (teoría del ying y el yang y los 5 elementos) y astrología (Ki de las 9 Estrellas), es además un estilo de vida que busca el equilibrio entre el micro y el macrocosmos que es el cuerpo y el hogar de cada cual.
Lo ideal es recibir consejo de un profesional que pueda en persona tomar datos y hacer un estudio personalizado, pero en principio cualquiera puede beneficiarse de esta ciencia a un nivel básico conociendo ciertas normas.
Lo bonito de esta práctica además de sus beneficios materiales (salud, aumento de lucidez mental y creatividad, buena suerte, más ingresos en tu negocio) el Feng Shui nos abre la percepción al mundo que nos rodea, un mundo mucho más lleno de vida de lo que nos pensamos.
